Que yo pueda afirmar haber tenido una “infancia feliz” no es incompatible con reconocer que existieron situaciones o eventos (puntuales o sostenidos en el tiempo) que provocasen heridas en mí. Ambas realidades emocionales pueden coexistir.

 

En palabras de la Dra. Nicole Lepera: 

“La realidad es que muchas personas no pueden señalar varios momentos (ni siquiera uno) que destrozaran su vida. Es posible que no puedan admitir que parte de su infancia fue perjudicial. Pero eso no significa que el trauma no estuviera presente. Aún no he conocido a una persona que no haya experimentado algún trauma en su vida. Creo que nuestra idea del trauma debería ampliarse e incluir una amplia gama de experiencias agobiantes o, como lo definió el neurólogo Robert Scaer, cualquier acontecimiento negativo que se produce en un estado de relativa impotencia (…)”.

 

En el proceso de sanación surgen dos narrativas de una misma realidad: el dolor, la tristeza y el resentimiento hacia papá y mamá (cuidadores) de mi niña interna herida, y a la vez, la comprensión y el entendimiento de mi adulta de que hicieron lo que pudieron y supieron con lo que tenían.

Entender que todos esos sentimientos conviven dentro de mí y que no son excluyentes entre sí, evitará que invalide lo que mi niña interior siente (y sintió) y evitará que mi adulta se sienta culpable por albergar rabia y resentimiento.

No se trata de culpar, sino de visibilizar una realidad emocional más compleja que coexiste con el sentir que, en general, hemos tenido “una infancia feliz”. Y sin embargo …

 

Indaguemos en esa otra realidad emocional, en la verdad de tu niña herida:

“… no fui libre de expresar lo que sentía por miedo a preocupar, crear conflictos, molestar o incomodar a mis padres”

“… me hacían sentir incómoda cuando me incluían en sus discusiones y tenía que tomar partido por uno de los dos”

“… no había tiempo para jugar, todo eran tareas, cuidar de mis hermanos y ayudar en las tareas de casa”

“… me sentía traicionada cuando le confiaba a mi madre mis complejos y se los contaba riendo a la abuela o amigos”

“… nunca sabía con qué atmósfera emocional me encontraría al llegar a casa, en ocasiones tenía miedo de atravesar la puerta”

“… una parte de mí sentía que no podía ser yo misma si quería tener contentos a mis padres”

“… fueron muy estrictos y fríos conmigo. Me dolía ver cómo mamá trataba con tanto cariño y dulzura a mis primos”

“… pasé momentos difíciles en los que hubiese necesitado su sostén y guía. Me sentí sola y desprotegida” 

 

Seguir callando aquella «verdad» dolorosa de tu niña, no la hace desaparecer, es natural el impulso de huir del dolor, sin embargo, simbólicamente, en esa huida, abandonas e invalidas a tu niña interior (una y otra vez).

Invalidas y abandonas esa parte de ti que necesitó ser vista, validada, reconocida, aceptada, amada, … Esa parte que no tuvo los recursos para expresar lo que sentía ni lo que necesitaba, tuvo que llegar a sus propias conclusiones acerca de lo que pasaba.

Esa parte de ti hoy sigue activa, sigue necesitando a un adulto amoroso que la sostuviera, la guiara y la ayudase a entender y comprender lo que pasaba y lo que nunca pasaba. 

Hasta que no miremos de frente a esa verdad, hasta que no le demos voz a esa niña herida, seguirá presente el sentimiento y la sensación de abandono, desamparo, vacío, rechazo,… Cada vez más intensa, cada vez más recurrente, cada vez más profunda.

 

Háblate con la verdad, sin sentirte culpable por tus sentimientos. No estás haciendo nada en contra de tus padres, estás dándole voz a tu niña y adolescente interior, a lo que ella percibió y no supo o no pudo nombrar. Hacernos consciente de esto, nos cambia la perspectiva, nos permite soltar juicios, culpas y no caer en la minimización o invalidación de lo que mi niña/adolescente sintió.

Desde ahí, desde esa verdad, desde la voz de tu niña o adolescente es que podremos comenzar nuestro ciclo sanación.

«Al fin te veo, estoy aquí, lo que sientes es válido: ¿Cómo viviste eso que pasó?, ¿Qué sobró?, ¿Qué te quedaste esperando?, ¿Qué necesitas hoy de mí?»

 

Hay muchas experiencias que pueden generar trauma (heridas) y no se reconocen como tal. Son los llamados traumas no evidentes.

¿Por qué es importante reconocerlos?

  • Para entender nuestros comportamientos.
  • Para generar empatía y compasión hacía nosotros mismos y hacia los demás.
  • Para reconocer nuestros condicionamientos y poder des-condicionarnos. 
  • Para romper con dinámicas vinculares disfuncionales ( y no repetirlo en nuestras relaciones).
  • Para desarrollar nuestra autoconsciencia y poder elegir libremente sin automatismos ni condicionamientos.

 

Ejemplos de trauma no evidente:

 

El trauma no evidente es igual de doloroso pero más confuso ya que es difícil reconocerlo como tal.

*Puedes leer el artículo que compartí sobre el Trauma silencioso o trauma por omisión.

“El trauma psicológico puede ocurrirle a cualquier persona cuando percibe una situación como una amenaza y no puede completar una respuesta satisfactoria de lucha, huida o congelación.” – Dr. Peter A Levine – 

 

De manera que, tal y como hablábamos al inicio, sí puedo afirmar que en términos generales “tuve una infancia feliz, sin embargo ….”

Posicionarnos en una única narrativa nos impide encontrar la calma, nos deja rechazando una parte del todo, incompletos y heridos. La sanación ocurre cuando honramos ambas experiencias emocionales, cuando permitimos que esas narrativas bajen a nuestro cuerpo en forma de sensaciones, dejar de luchar contra ellas, sentirlas para poder liberarlas.

Y justo en “sentirlas” está la clave porque, como bien afirma el psiquiatra francés Boris Cyrulnik en su estudio sobre la resiliencia, narrar y poner en palabras aquello que experimentamos es lo que nos libra del sufrimiento:  

 

“Los vínculos afectivos que nos rodean y la manera que tenemos de contar nuestras historias, a través de nuestros relatos, son los que nos dan las herramientas para superar nuestros traumas, nuestros conflictos y nuestros sufrimientos. Y ahí radica la diferencia entre lo inevitable del dolor y lo opcional del sufrimiento”. – Boris Cyrulnik

 

Pero … ¿y si no recordamos lo que nos sucedió y solo lo padecemos?

Déjame decirte que NO necesitas saber lo que ocurrió para sanar tus heridas (trauma).

“Trauma no es lo que sucedió, es lo que pasó dentro de ti como resultado de lo que te ocurrió. Si trauma fuera lo que sucedió, no habría nada que pudieses hacer para cambiarlo (eso que pasó, nunca va a dejar de haber sucedido). Pero si el trauma es la herida que te ocurrió internamente, entonces puedes sanar esa herida en cualquier momento. Así que, el reconocimiento de que el trauma es una herida psicológica interna con manifestaciones en el cuerpo, permite que puedas sanar” -Dr. Gabor Maté –

 

En el mundo de la mente, y en las terapias conversacionales (habladas) lo más común, es buscar significados, memorias, comprensión y aceptación. Pero cuando no tenemos recuerdos, supone una enorme barrera y mucha frustración.

El Dr. Van Der Kolk, autor de “El cuerpo lleva la cuenta”, enfatiza la importancia de «hacerse amigo» de nuestros cuerpos e integrarlos en el proceso de sanar: «No puedes estar completamente a cargo de tu vida hasta que puedas reconocer la realidad de tu cuerpo». 

 

Todas nuestras experiencias de vida son recibidas y percibidas primero a través de nuestros sentidos corporales y sistema nervioso, nuestro cuerpo es el primer lugar de experiencia, antes de que sean procesadas por nuestro cerebro. Por tanto, cuerpo (sistema nervioso) y mente deben estar conectados y trabajar en armonía para que experimentemos una existencia plena y significativa.

Lo único (que no es poco) que necesitas saber es dónde residen todas estas sensaciones dentro de ti, en qué lugar de tu cuerpo. Lo único que necesitas es aprender a sentir estas sensaciones que han estado dentro de ti esperando durante años a ser sentidas, atendidas y liberadas.

El cuerpo es el contenedor de todas nuestras sensaciones y sentimientos, y es el puente que nos conecta con nuestra niña interior, es su idioma, y solo aprendiendo a hablar su idioma es que podremos acompañarla en su ciclo de sanación.

 

Cuando nuestros cuerpos se sienten incómodos, nos envían mensajes con el propósito de informarnos de que algo dentro de nosotros no está bien y requiere de nuestra atención. Si no respondemos a estos mensajes, con el tiempo evolucionan para producir diferentes síntomas. Todo lo que nos sucede emocional o psicológicamente también le sucede a nuestro cuerpo, el cuerpo guarda el trauma (heridas):

  • Dolores de cabeza
  • Dolor de cuello y espalda
  • Problemas de memoria
  • Ansiedad/pánico
  • Mareos/vértigo
  • Inflamación
  • Dolor crónico
  • Rigidez corporal
  • Fatiga
  • Sistema inmune débil
  • Irritación al tacto o ruidos
  • Problemas digestivos

 

Por eso es importante desarrollar nuestra consciencia corporal: 

¿Cómo me siento?, ¿Dónde lo siento?, ¿Cómo de grande es?, ¿A qué se parece?

 

Desde ahí, en esa presencia, estando en el cuerpo, reconocer en qué estado se encuentra nuestro sistema nervioso y qué eventos, personas o situaciones lo desequilibran (o lo desequilibraron = heridas)

 

De manera que, para re-configurar nuestro Sistema Nervioso no solo será necesario hacer consciente lo que vivió en el pasado donde se configuró, rastrear nuestros estilos de apego (ansioso, evitativo, desorganizado), volver a aquella niña, escucharla para liberar sus miedos, validarla, contenerla sin presionarla y ayudarla a reinterpretar su contexto y su identidad: “Te entiendo, ahora yo estoy contigo, estamos a salvo”, “Ahora contamos con los recursos, tenemos elección, hoy ya no hay nada que temer”

También será necesario desarrollar estrategias de regulación interna : mover el cuerpo para conectar con mis sensaciones y necesidades, técnicas de respiración para devolverme al presente y hacerme consciente de que hoy estoy a salvo, conectar con mis sentidos para conectar con el ahora, … ir creando las condiciones de seguridad interna para que nuestro sistema nervioso nos permita, poco a poco, asomarnos a mirar lo que esconde la coraza de autoprotección y así tener encuentros paulatinos y suaves con nuestro dolor. Poder sostenernos en esa incomodidad de las primeras veces sin la necesidad imperiosa de volver a huir y evitar, confiando en que es seguro y en que es el camino de nuestra sanación. 

Poco a poco, esa incomodidad del inicio, comenzará a desaparecer y se producirá la liberación de ese dolor.

 

Hay casos en los que necesitamos deshacer bloqueos muy profundos protegidos por capas y capas defensivas la HRC (Hipno-Respiración Conectiva) nos ahorra tiempo, permitiéndonos tumbar las barreras protectoras y abriendo las puertas de nuestro inconsciente.

Los estados a los que te lleva la HRC (Hipno-Respiración Conectiva) permiten acceder a las capas más profundas de la psique, de manera que emerjan a la conciencia un amplio espectro de contenidos relacionados con la propia vida (incluso episodios olvidados o reprimidos), memorias corporales y sensoriales, sensaciones físicas dificultosas relacionadas con problemas psicosomáticos, emociones vinculadas con vivencias importantes, aspectos del inconsciente personal y colectivo, recuerdos kármicos, memorias celulares y relacionadas con nuestro nacimiento, contenidos arquetípicos, y todo el espectro potencial que abarca el psiquismo. 

Estos contenidos son desplegados desde el interior de la persona gradualmente en un proceso terapéutico único, orquestado por la inteligencia autocurativa más profunda que habita en nosotros (nuestro sanador y nuestra sabiduría interior), catalizada por los extraordinarios estados elevados de conciencia que alcanzas con la Hipno-Respiración Conectiva (HRC).

 

En resumen, pueden existir realidades emocionales aparentemente opuestas al mismo tiempo: puede que, en general, recordemos nuestra infancia con ternura; a la vez que ocurriesen situaciones no tan agradables, situaciones en las que nuestras emociones no fueron ni vistas ni atendidas.

 

Es importante que aceptemos e integremos la idea de que ambas realidades pueden coexistir y dar lugar a una experiencia emocional que nos aleja de la dicotomía «feliz o infeliz».

Y tú, ¿tuviste una infancia feliz?

 

Si quieres seguir indagando en ti y comenzar a trabajar por tu cuenta en tus heridas para romper con los mecanismos que creaste para protegerte y que hoy te bloquean y te limitan, te propongo varias formas de hacerlo:

Enfocado a relaciones tóxicas y dependencia emocional (ebook PDF descargable): «Amores adictivos. Cómo superar la dependencia emocional»

El combo perfecto para trabajar con tu niña interior en las relaciones (ebook PDF descargable): «Heridas de infancia. Manual de sanación» y «Heridas de apego. Cómo aprendí a vincularme y cómo desparenderlo»

El trabajo completo, apego, dependencia, regulación emocional, consciencia corporal y heridas de infancia (disponible en tapa blanda y digital): El manual de autosanación «Herida. Comprender y sanar a mi niña interior». Un viaje a tu interior que se compone de 30 capítulos y 13 anexos. 594 páginas que te ayudarán a identificar tus propias capas de dolor, de qué se compone cada una de ellas, que entiendas la función que cumplieron y de qué te intentaron e intentan proteger, qué las detona y cuál es su secuencia.

 

No se trata de culpables, se trata de hacernos conscientes de lo que nos faltó o sobró, revisar de dónde vienen algunos mecanismos que nos generan sufrimiento y re-educarnos (re-programarnos). Porque hoy, sin duda alguna, podemos hacerlo diferente.

 

De corazón espero, que todo lo que comparto, te ayude a iluminar allí donde más oscuro se ve.

Un abrazo.

 

Te acompaño en tu proceso: Te acompaño en ese viaje hacia lo más profundo de ti, a ir soltando todo lo que no te pertenece, a ir poniendo luz a esas partes que tuviste que esconder, ir renunciando a la esclavitud de la aceptación de otros, volver a sentirte segura siendo tú. Sentirte adulta, aceptarte y poder darte la incondicionalidad legítima que un día quizás no recibiste y que aún hoy estás necesitando. Pregúntame sin compromiso.

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