Hay una confianza básica y fundamental que se manifiesta y expresa en forma de “todo lo que necesito ya está, soy bienvenida a la vida”.  

Está confianza se relaciona con la aceptación de nuestro lugar en el mundo y la convicción de que ese lugar es bueno. La seguridad de que puedes sostenerte ante las adversidades, la fiel creencia de que «puedo materializar mis objetivos» porque te consideras capaz y confías en ti. Esa confianza que te permite relacionarte con los demás sin temores, sin miedo al compromiso ni a que te fallen, porque crees fuertemente que algo te vienen a aportar y que pase lo que pase serás capaz de recomponerte.

 

El primer vínculo y el miedo primordial

 

La confianza primordial, viene determinada por la relación con mamá. Con la madre formamos el primer vínculo, es la que nos da la bienvenida al mundo y a través de ella aprendemos “cómo es”. Si el bebé cuenta con un vínculo estable, siente que puede contar con ella, si el comportamiento de ella es previsible y le aporta seguridad, el bebé se sentirá reconfortado y desarrollará lo que se llama un apego seguro

Pero si el bebé percibe que la madre es inestable psicológica, física o emocionalmente, si la percibe insegura, preocupada o ausente, el bebé no desarrollará esa confianza primordial y en su lugar desarrollará el miedo primordial

El miedo primordial es un miedo profundo que se manifestará a lo largo de su vida como una gran desconfianza en sí mismo, en los demás y en la vida. No es un miedo que pueda reconocerse claramente, se siente como ese temor que “está ahí”, un malestar casi continuo y que estalla a la mínima señal percibida de falta de seguridad externa. Se acompaña de creencias bastante profundas del tipo “el mundo es peligroso y hostil”, “no te puedes fiar de nadie”, “la vida es dura”, “la gente es muy interesada”, “no me quieren de verdad”…

 

Mecanismo de protección

 

La máscara del miedo primordial es el control excesivo. En el instinto de protegerse de la hostilidad del mundo, de los demás y de su propia falta de confianza, se vuelven personas muy rígidas (en todos los aspectos), exigentes (y autoexigentes) y tensas (tienen que estar alerta en este mundo amenazante). Esta rigidez, exigencia y tensión somatiza en los hombros, la zona del trapecio y la cara (sobre todo mandíbula), por no hablar de las consecuencias que esto tiene para su sistema nervioso (vivir en estado de alerta – hipervigilancia). Para no extenderme en este tema, te invito a que investigues acerca de las graves consecuencias de vivir en estado de alerta (estrés, cortisol, ansiedad).

Estas estrategias las convierten en personas que no se permiten fluir, descansar ni relajarse: “Si me despisto, no podré defenderme a tiempo”. En un artículo anterior ya hablamos acerca del perfeccionismo y la autoexigencia (funcionamiento, consecuencias y cómo salir del círculo vicioso)

 

Inseguridad emocional

 

Esta falta de confianza afecta a la percepción de la capacidad de sostenerse emocionalmente. Esta inseguridad emocional surge de la duda constante hacia uno mismo, hacia las propias capacidades, sentimientos y manera de actuar. Esa sensación de no poder controlarse si “descorchan” emocionalmente o de poder “derrumbarse” puede hacer que prefieran desconectarse emocionalmente (congelación emocional, anestesia emocional) a mostrar o sentir su vulnerabilidad.

Desde su prisma, estas personas suelen actuar y pensar muy condicionadas por una guerra interior constante, una lucha entre su necesidad de destacar y demostrar a los demás que son válidos y un profundo sentimiento de invalidez e incapacidad.

Este miedo primordial y esta desconfianza e inseguridad emocional, también se puede manifestar como esa sensación de no “pertenecer” a ningún lugar, en ningún sitio logra sentirse bien. Y así lo sentirá donde quiera que vaya puesto que esa sensación le nace de adentro. 

**La inseguridad emocional no solo surge cuando nuestra infancia fue marcada por la ausencia de protección y seguridad. Puede surgir por todo lo contrario, es decir, por una excesiva sobreprotección que nos haya hecho sentir inferiores y poco válidos. Incluso, tal vez, esta inseguridad haya emergido tras una situación traumática que nos golpeó muy fuerte.

 

Miedo primordial en la teoría del apego

 

Desde la teoría del apego, estaríamos hablando del apego inseguro. Se distinguen tres tipos de apego inseguro: ambivalente, evitativo y desorganizado.

Teniendo en cuenta que el vínculo de apego es la relación afectiva, especial y única que se establece entre el bebé y quienes le cuidan (mamá, papá, cuidadores), es la base de un desarrollo psicológico saludable e influye en la seguridad emocional y en la forma de relacionarse con los demás, según cómo lo hayamos vivido, se establecerá en nosotros un determinado patrón que condicionará nuestra forma de crear vínculos emocionales, lo que influirá en las futuras relaciones que se establezcan durante la vida y por supuesto, marcará la relación que tengamos con nosotros mismos.

 

Apego ansioso – ambivalente: 

 

Un cuidador muy sobreprotector o ambivalente, cuyos cuidados no generan suficiente seguridad. El resultado será un individuo con mucha ansiedad, incertidumbre e inseguridad. Las personas con este tipo de apego desarrollan mucho temor a la separación, no suelen explorar el medio con confianza y prefieren el distanciamiento emocional. 

El inseguro ambivalente ve al otro como la única fuente de seguridad. Las características de este estilo de apego son el miedo al rechazo, el miedo al abandono y la tendencia a la codependencia (el rol de «la Salvadora»). La persona emocionalmente ansiosa tiende a sentirse abrumada por los acontecimientos.

La persona con apego ambivalente cree que debe cuidar los sentimientos de los demás, incluso a costa de sus propias necesidades. Por eso tiende a relacionarse con personas problemáticas. Los indicadores de un estilo de apego ansioso son:

  • Tendencia a crear lazos «pegajosos».
  • Alta sensibilidad a la crítica.
  • Dificultad para cooperar con otros sin competir.
  • Tendencia a los celos.
  • Baja autoestima.
  • Necesidad constante de la aprobación por parte de los demás.
  • Miedo intenso al rechazo.
  • Miedo importante al abandono.
  • Dificultad para establecer vínculos de igual a igual.

 

Tanto en el estilo de apego evitativo como en el ambivalente, la autoestima se regula desde el exterior. En la persona con estilo ambivalente, la autoestima se rige por el grado de aprobación por parte de la pareja (o los demás).

 

Apego evitativo: 

 

Se desarrolla cuando los cuidadores no le dan un entorno seguro al menor. Como resultado, desarrollan un distanciamiento emocional y evitan el contacto. A la larga, esto genera muchas cuotas de estrés y hasta problemas para establecer relaciones interpersonales. 

Aquellos con un estilo de apego evitativo ven al otro como una amenaza de la que protegerse. Para estas personas, las relaciones no son un lugar seguro, por lo que tienden a establecer vínculos superficiales.

Los indicadores de un estilo de apego evitativo son:

 

  • Incapacidad para establecer vínculos profundos.
  • Dificultad para manejar la intimidad emocional o física.
  • Experimentar un fuerte sentido de independencia.
  • Miedo a perder ese fuerte sentido de independencia.
  • Establecer una fuerte distancia entre uno mismo y el otro.
  • Dificultad para confiar.
  • Ver en los vínculos más íntimos una amenaza para sí mismo.
  • Creencia de no necesitar a los demás (máscara de autosuficiencia e hiperindependencia).

 

Debido a estos rasgos, las relaciones afectivas son incapaces de alcanzar fuertes niveles de profundidad: a mayor grado de intimidad, mayor grado de ansiedad. La autoestima a menudo se rige por el grado de productividad: cuanto más produzco, más valgo (suele vivir en el «modo hacer»)

En el estilo de apego evitativo, es típico que el adulto caiga en el denominado «wokaholic» o adicción al trabajo, que como todas las adicciones, es un camino de huida y una forma de control para no tener que afrontar sus emociones, una forma de anestesiarse y no sentir.

 

Apego desorganizado: 

 

Conducta (o conductas) negligente y despreocupada del cuidador. El niño o la niña no confía en él o ella y hasta puede mostrar miedo. Esto causa que el menor se sienta inseguro y tenga reacciones explosivas porque no sabe cómo gestionar asertivamente sus emociones.

El apego desorganizado se caracteriza por una fuerte inconsistencia. Existe una alta correlación entre un estilo de apego desorganizado y un trauma infantil. De hecho, en el pasado de estos adultos, a menudo se ocultan episodios traumáticos o experiencias de abuso de larga duración. El apego desorganizado es también el que más se correlaciona con diversos trastornos de personalidad.

Cuando la madre es un foco de alarma y confusión, los niños padecen “una paradoja biológica”. Esto significa que dependen de quien no solo no les produce confort y cuidado, sino todo lo contrario, les produce miedo y les hace sentirse a disgusto. En esta situación, el niño siente confusión y bloqueo porque hay un impulso de ir hacia la madre, que en esta situación es el foco del terror del que está intentando escapar. Esto es lo que se conoce como “miedo sin solución». Un dilema en el que el niño no puede darle sentido a la situación que está viviendo, la única solución posible es convertirse en desorganizado y caótico.

El comportamiento extremadamente inconsistente y oscilante se manifiesta también en la forma de ver al otro, que unas veces es visto como benévolo y fuente de seguridad y otras veces como una amenaza de la que defenderse. Los límites entre uno mismo y el otro están muy mal regulados: se pasa por grandes distancias o por una cercanía que la persona acaba percibiendo como asfixiante.

Este estilo de apego está relacionado con: los trastornos de personalidad, el consumo de sustancias, los trastornos del estado de ánimo y las autolesiones. Todo comienza con la incapacidad de regular de forma independiente los propios estados emocionales.  Las personas con un estilo de apego desorganizado no tuvieron referentes psicoafectivos saludables. 

Los indicadores de un estilo de apego ansioso son:

 

  • Incapacidad para reconocer y regular las propias emociones.
  • Autoestima fluctuante.
  • Explosión emocional o desconexión emocional.
  • Sensación de vacío emocional.
  • Dificultad para regular la distancia entre uno mismo y los demás.

 

¿Podemos tener varios estilos de apego? La respuesta es sí. Por ejemplo, podemos tener de base un estilo de apego evitativo y al entrar en una relación despertarse nuestra parte más ansiosa (apego ambivalente).

 

Confianza primordial en la teoría del apego

 

Tal y como te comentaba al principio de este artículo, la confianza primordial, viene determinada por la relación con mamá. Con la madre formamos el primer vínculo, es la que nos da la bienvenida al mundo y a través de ella aprendemos cómo es. Si el bebé cuenta con un vínculo estable, siente que puede contar con ella, si el comportamiento de ella es previsible y le aporta seguridad, el bebé se sentirá reconfortado y desarrollará lo que se llama un apego seguro. 

 

Apego seguro: 

El bebé tiene la seguridad de que puede contar con sus cuidadores y de que éstos no le fallarán. El niño siente que el cuidador le ha proporcionado el cuidado, la atención y la seguridad que precisaba. Esta seguridad la sentirá también con todo lo que le rodea.

Las personas con un estilo de apego seguro ven al otro como un recurso, una posible fuente de apoyo. Tienen una buena autoestima, con excelentes estrategias de afrontamiento para hacer frente a eventos estresantes. Tienen tendencia a establecer relaciones de pareja igualitarias en las que nadie intenta superar al otro. Son confiados (dan y esperan confianza) porque han aprendido a creer en sí mismos y en los demás. Lo más importante es que se sienten dignos de amor, por lo que no necesitan constantes aprobaciones por parte de los demás. 

Los indicadores de un estilo de apego seguro incluyen:

 

  • Habilidad para comprender y regular las propias emociones.
  • Buena resistencia y gestión del estrés.
  • Habilidad para buscar y brindar apoyo emocional.
  • Autodependencia
  • Habilidad para establecer vínculos íntimos y recíprocos.
  • Autoestima sólida

 

La persona con un estilo de apego seguro se siente cómoda en las relaciones íntimas. Es capaz de regular bien las distancias entre él y el otro, no teme perder su individualidad.

Aclaración: Todos, en mayor o menor medida, hemos sentido alguna «falta». No es muy realista esperar que nuestros padres/cuidadores acertarán en todo lo que se esperaba de ellos de forma totalmente equilibrada (protección, sostén, apoyo, seguridad, validación, ánimo…) Lo que sí pudo pasar es que asentaran las bases adecuadas para que de adultos fuésemos más diestros a la hora de encontrar nuestro propio equilibrio (a nivel psicológico y emocional). La perfección no existe.

 

¿Cómo recuperar la confianza primordial?

 

No será de la noche a la mañana, pero con mucha práctica, paciencia, amor y constancia, valorarnos y confiar en nosotros mismos nos saldrá como algo natural.

Se trata de aprender a aceptarnos tal y como somos, aceptarnos de forma incondicional (con nuestras luces y sombras), confiar en nuestras capacidades y recursos, en nuestra capacidad de aprender y crear más recursos aún, conocernos en profundidad (incluyendo nuestro mundo emocional), identificar y desaprender aquellas conductas y comportamientos que nos reafirman en la creencia de no ser válidos o no merecer amor. Será un proceso en el que volver a conectar con nuestro niño interior, crear una relación de armonía y confianza para poder atender todo aquello que le faltó. Podemos cultivar un apego seguro.

En el camino aparecerán muchas resistencias, y es lógico, debemos acostumbrarnos a codificar la realidad de otra forma totalmente diferente a la que veníamos haciéndolo. Todo nuestro sistema tenderá a seguir por el camino conocido, por eso tenemos que estar atentos para re-conducirnos cuando sea preciso. (Por ejemplo, tu diálogo interior destructivo o el decir sí cuando en realidad quieres decir no).

Restaurar en nosotros la confianza primordial será un trabajo muy personal y único, va más allá de cuatro tips y dos ejercicios, necesitamos conocer y comprender el matiz circunstancial y personal de cada uno. Pero, para ayudarte a comenzar el trabajo te dejo algunos pasos (con enlaces) que, sí o sí, tendrás que dar en tu proceso de restaurar tu confianza: 

 

  1. Sanar con mamá.
  2. Sanar con papá.
  3. Conocer y sanar tus heridas emocionales.
  4. Reparenting. 
  5. Autorregulación emocional.
  6. Educar a tu ego.
  7. Integrar tu sombra.
  8. Fortalecer tu autoestima
  9. Aprender a valorarte
  10. Deshacerte del perfeccionismo y la autoexigencia.

 

Y para todo tu proceso necesitarás…

 

  1. Autocompasión

 

De corazón espero, que todo lo que comparto, te ayude a iluminar allí donde más oscuro se ve.

Un abrazo.

 

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