“Cuanto más nos desconectamos de nuestro cuerpo, más fuerte tiene que gritar para llamar nuestra atención, de manera que, los síntomas y las sensaciones, son formas con las que nuestro cuerpo nos dice: mírame, escúchame, atiéndeme, no podemos hacer esto más, no podemos seguir así.”

 

Si el idioma de tu cuerpo fueran las palabras te diría: “no lucho contra ti, sino para ti. Siempre he estado de tu lado y sigo esperando a que tú estés del mío”.

Pero como su idioma son las sensaciones y los síntomas: a través de la fatiga y el cansancio nos da la oportunidad de tomar el descanso que no nos permitimos (o permitieron) tomar, a través de los dolores de cabeza y la niebla mental nos hace saber que hemos estado haciendo demasiado, a través de la tensión y la incomodidad comunica los límites que no nos atrevemos a poner, …

 

En lugar de enfocarnos en el síntoma, necesitamos aprender a mirar qué hay debajo:

  • ¿Trabajo hasta el infinito para no sentir que he fracasado o para “anestesiarme”?
  • ¿Me exijo sin control porque nunca es suficiente?
  • ¿Reprimo mi enfado para no provocar ningún conflicto?
  • ¿Cuido a todos y de todo olvidándome de mí?
  • ¿Sigo en esa relación por miedo a estar sola?
  • ¿No digo lo que pienso para no decepcionar o sentir rechazo?

 

En lugar de empeñarnos y forzar con más intensidad estos síntomas para deshacernos de ellos, debemos “escucharlos”, sentirlos y atenderlos.

Nuestro sistema nervioso está continuamente analizando si estamos seguros o existe peligro, captando y recogiendo información tanto del exterior (del entorno) como del interior de nuestro cuerpo. Este “monitoreo” inconsciente se conoce como neurocepción.

*NEUROCEPCIÓN: Capacidad que tiene nuestro Sistema Nervioso para captar si una relación, un determinado ambiente o una situación es segura o amenazante. Es un circuito neural que capta la información de los sentidos; tono de voz, gestos, miradas, posturas, movimientos y contacto o no visual. Es nuestra sabiduría e intuición avisándonos, por medio de señales somáticas, si estamos a salvo o algo se está poniendo en tela de juicio en nuestras relaciones, en nuestra vida (amenaza). Esa especie de sensación o intuición que pone en alerta a todos los sentidos cuando llegamos a un espacio. Nos hace percibirlo como seguro o inseguro, y nos genera (activa) una respuesta de calma o de estrés/tensión (lucha, huida, congelación, adulación, calma).

 

Cuando hay trauma (heridas), esa neurocepción está condicionada, leyendo peligro y amenaza donde ya no toca, donde no lo hay. Está influenciada por experiencias y vivencias previas, nuestra historia de apego y memorias traumáticas (heridas). En el presente, ante cualquier estímulo similar a aquellas experiencias amenazantes, en las que nos sentimos sin los recursos e indefensos, activará todas nuestras alertas y arsenal defensivo, aunque hoy no exista una amenaza real (este es el funcionamiento biológico de nuestras heridas emocionales).

 

Es importante que aprendamos a escuchar (“leer”) nuestro cuerpo y aprender a acompañarlo hacia la regulación para, poco a poco, desactivar las alertas que se quedaron activas a consecuencia de nuestras heridas. Y para eso, el requisito indispensable es permitirnos sentir y aprender el idioma de nuestro cuerpo: las sensaciones.

 

REGULACIÓN EMOCIONAL: es el proceso por el cual experimento una emoción, me permito vivir todas las sensaciones que trae consigo, las dejo pasar por mi cuerpo, siento, respiro, me conecto con las sensaciones y vuelvo a mí para poder continuar. Y a esto, se aprende a través de la CO-REGULACIÓN (la persona REGULADA que me ayuda a desarrollar la capacidad de reaccionar a los estímulos externos e internos de forma adecuada, con la intensidad justa, permitiéndome adaptarme al mundo externo y estabilizando mi mundo interno).

Nuestro cuerpo es la puerta de acceso a nuestro mundo interno. Si queremos regular lo que está ocurriendo dentro de nosotros, es necesario dedicar tiempo de conexión y escucha para familiarizarnos con su idioma: las sensaciones. Desde ahí, en esa presencia, estando en el cuerpo, reconocer en qué estado se encuentra nuestro sistema nervioso y qué eventos, personas o situaciones lo desequilibran (o lo desequilibraron = heridas):

 

¿Está en lucha/huida, congelación o apaciguamiento/calma?

 

Modo Lucha/huida (En supervivencia – hiperactivación del SN)
Agitación, tensión, nerviosismo, calor, sofoco, reacción, inquietud, energía, sudoración, ansiedad, …

Modo Congelación (En supervivencia – hipoactivación del SN)
Adormecido, dudoso, desganado, pesadez, frío, flojera, confusión, bloqueo, desconexión, apatía, entumecimiento, estancamiento, desesperanza, depresión, …

Modo Adulación o complacencia (En supervivencia – hipoactivación del SN)
Miedo, confusión, duda, desconexión, indefensión, inquietud, culpa, …

Modo Apaciguamiento/calma (SN Seguro)
Presencia, conexión, confianza, curiosidad, suavidad, apreciación, atención, relajación, apertura, …

Un sistema nervioso regulado, funcional y resiliente tiene flexibilidad para cambiar y fluir en estos tres estados. Cuando se queda demasiado tiempo en uno de estos tres estados, perdemos la capacidad de responder a la vida de una forma efectiva y exitosa.

 

Por eso, es muy importante que, en un proceso de sanación, se lleve la atención a las sensaciones, a las emociones y a la expresión corporal. Pues solo sintiendo, se podrá procesar y llegar a crear conexiones para que el sistema nervioso logre sentirse seguro.

  • ¿Cómo me siento?
  • ¿Dónde lo siento?
  • ¿Cómo de grande es?
  • ¿A qué se parece?

 

“Hay una voz en ti, que no emplea palabras, escúchala” – Rumi.

 

Necesitamos identificar nuestras heridas, las estrategias defensivas y mecanismos de protección que desarrollamos y creamos a consecuencia de ellas. Conocer cómo éstas influyen en nuestro sistema nervioso para, poco a poco y con suavidad, ir cicatrizando nuestras heridas e ir encontrando la seguridad.

 

Mira en tu interior y pregúntale a tu cuerpo:

¿Cuándo en otro momento fue peligroso pedir lo que necesitaba?
¿Cuándo fue «peligroso» mostrarme tal y como era?
¿Cuándo fue necesario hacerlo todo bien/perfecto?
¿Cuándo fue necesario mantener todo bajo control?
¿Quién se preocupaba y se angustiaba cuando eso no era así?
¿Qué respuestas obtuve de mis cuidadores al mostrar mis emociones?
¿Cómo aprendí a devolverle la calma a mi sistema nervioso?
¿Cómo lo hacían mis padres/cuidadores?

 

Hablar es una parte también importante del proceso de sanar, pero no es el único camino para procesar y restaurar. Tu cuerpo se aferra a tus experiencias, y cuando intelectualizamos nuestras experiencias, nos desconectamos de la secuencia y el procesamiento natural por los que nuestros cuerpos deben pasar para volver a un estado de seguridad y conexión. Cuando estamos heridos, esa secuencia se cortó y nos quedó una energía (una carga emocional) que no pudo ser liberada.

La conversación en el proceso de sanación es importante: poner nombre, expresar y narrar lo que no pudimos o no supimos, es terapéutico per sé, pero pocas veces es suficiente. En ocasiones, es necesario conectar y trabajar con la sabiduría profunda del cuerpo para restablecer completamente el equilibrio fisiológico. Debemos contemplarnos como la unión de todos nuestros cuerpos: físico, mental, emocional y energético; y trabajar en nuestra sanación teniendo en cuenta esta unión.

*En ocasiones, es necesario que exista un acompañamiento, porque hay lugares a los que no podemos llegar por nosotras mismas, y necesitamos esa guía que nos ayuda a elaborar lo que pasó para poder procesarlo, respirarlo y liberarlo.

 

Con este objetivo de «segurizar» nuestro sistema nervioso, en las sesiones trabajamos con ejercicios de respiración consciente (breathwork), y prácticas que te llevas a casa. Entre los numerosos beneficios de la respiración obtienes: más calma para tu sistema nervioso, menos estrés, más paz mental, conexión con tu cuerpo e intuición, autoconsciencia, autorregulación, …

 

Porque para re-configurar nuestros Sistemas Nerviosos no solo será necesario hacer consciente lo que vivió en el pasado donde se configuró, rastrear nuestros estilos de apego (ansioso, evitativo, desorganizado), volver a aquella niña, escucharla para liberar sus miedos, validarla, contenerla sin presionarla y ayudarla a reinterpretar su contexto y su identidad: «Te entiendo, ahora yo estoy contigo, estamos a salvo», «Ahora contamos con los recursos, tenemos elección, hoy ya no hay nada que temer»

También será necesario, desarrollar estrategias de regulación interna: mover el cuerpo para conectar con mis sensaciones y necesidades, técnicas de respiración para devolverme al presente y hacerme consciente de que hoy estoy a salvo, conectar con mis sentidos para conectar con el ahora, …

Los «dolores» no se sanan con la mente, se sanan sintiendo la emoción, sintiendo el dolor en el cuerpo (duelar). Sin juicios, sin filtros, sin intentar razonar. El cuerpo es el primer lugar de experiencia, es donde se moviliza y gestiona la energía que nos prepara y ayuda a dar una respuesta. Hay dolores que nuestra mente bloqueó pero nuestro cuerpo aún recuerda (el cuerpo tiene memoria).

 

De corazón espero, que todo lo que comparto, te ayude a iluminar allí donde más oscuro se ve.

Un abrazo.

 

Manual de autosanación: «HERIDA. Comprender y sanar a mi niña interior» Un viaje a tu interior que se compone de 30 capítulos y 13 anexos. 594 páginas que te ayudarán a identificar tus propias capas de dolor, de qué se compone cada una de ellas, que entiendas la función que cumplieron y de qué te intentaron e intentan proteger, qué las detona y cuál es su secuencia.

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Te acompaño en tu proceso: Te acompaño en ese viaje hacia lo más profundo de ti, a ir soltando todo lo que no te pertenece, a ir poniendo luz a esas partes que tuviste que esconder, ir renunciando a la esclavitud de la aceptación de otros, volver a sentirte segura siendo tú. Sentirte adulta, aceptarte y poder darte la incondicionalidad legítima que un día quizás no recibiste y que aún hoy estás necesitando. Pregúntame sin compromiso.

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