Las formas de expresión de la envidia son innumerables:
Críticas, murmuración, injurias, rivalidad, rechazo, agresiones, desdén, dominio, represión, difamación, venganzas… 

Es una emoción muy común que hace sufrir enormemente, no solo a quién la siente sino al «causante» de dicha emoción. Puede ser leve o intensa, simple o compleja, consciente o inconsciente… Pero NO existe la envidia “sana”. 

La envidia nace de un sentimiento de frustración, te coloca en un plano de continua insatisfacción y de queja permanente. Nace de la creencia de no ser capaz de conseguir lo que el otro tiene, por lo que sufrimos contra ellos, consciente o inconscientemente, una gran hostilidad. Puede originarse en aquello que pensamos que no tenemos y necesitamos obtener para ser felices y en una autoestima pobre y lastimada que nos hace sentir que si tuviésemos lo que el otro ha logrado, entonces sí seríamos felices.


El envidioso con frecuencia, no sabe que lo es. Por ello siente secretamente mucho rencor contra las personas que poseen algo que él también desea y considera que no puede tener.

 

De esta manera, en vez de aceptar sus carencias y trabajar para alcanzar  sus deseos, el envidioso simplemente odia y desearía “destruir” a toda persona que le recuerda su inactividad y debilidad. Prefiere eliminar la competencia a luchar por sus anhelos.

 

El narcisismo, es una versión de la envidia, desde la que el sujeto ansía destacar, ser el centro de atención y lograr valoración a toda costa. Se siente continuamente amenazado por los éxitos, la vida y la felicidad de los demás y, atormentado por la envidia, vive en perpetua competencia contra todo el mundo, lo que hace que desee las cosas simplemente porque el otro las tiene.

La persona que envidia pasa el tiempo opinando y juzgando todo lo que el otro tiene, en lugar de orientarse a alcanzar sus propios sueños, por lo que termina convirtiéndose en su propia víctima en vez de ser protagonista de su propia vida. La envidia desvía tu atención hacia el lugar equivocado, “el otro”, en lugar de buscar en nosotros mismos los recursos, habilidades y capacidades que nos permitan alcanzar aquello que deseamos.

Dale un giro a esta emoción tan destructiva que lo único que hace es sumirte en una permanente infelicidad e insatisfacción. La envidia no te permite enfocarte en tus objetivos y tomar responsabilidad de tu propia vida. Piensa que lo que las otras personas tienen no es fruto de la casualidad o de la suerte, sino de la acción, decisión y ejecución de aquello que se propusieron.

Como ves, la envidia no dice nada bueno de nosotros ni nos facilita la vida, así que si crees que puede ser tu caso tal vez sea el momento de tomar cartas en el asunto. Empieza plantándole cara a los problemas de autoestima para ganar seguridad, y poco a poco dejarás de sentir la necesidad de compararte constantemente con los demás.

 

1. Revisa tus creencias, eres capaz, eres merecedor y es posible lograr aquello que te propongas.

2. Trabaja tu autoestima. ¡Empodérate! 

3. Ponte objetivos, crea un plan realista y flexible para alcanzarlos.

4. Enfócate en cómo quieres que sea tu vida a partir de ahora y qué tienes que hacer para conseguirlo.

5. Celebra tus logros por pequeños que te parezcan.

6. Inspírate en quien haya conseguido aquello que deseas. ¿Qué hizo y cómo lo hizo?

7. No te rindas.

8. Celebra los éxitos ajenos.

9. Hay para todos.

 

Aprendamos a darle un giro de 180 grados a este sentimiento que sólo nos destruye y nos enferma.

 

Para trabajar y conocer más en profundidad la emoción de la envidia tienes un Live en Instagram en el que hablamos de: 

¿Qué es la envidia en realidad?
¿Es tan mala como «la pintan»?
¿Soy mala persona por sentirla?
¿Por qué siento envidia de esa persona que tanto quiero?
¿Existe la envidia sana?
¿Cuáles son los desencadenantes?

Puedes verlo aquí: «Cómo gestionar la envidia?»

 

 

De corazón espero, que todo lo que comparto, te ayude a iluminar allí donde más oscuro se ve.

Un abrazo.

 

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